José Molina Navarrete, desarrolló su actividad política en la Transición democrática, momento que significó un tiempo de cambios y un proceso donde los municipios jugaron un importante protagonismo para mejorar las condiciones de vida y las libertades de los ciudadanos. Estos alcaldes fueron testigos de este tiempo y memoria de este importante cambio histórico que permitió la llegada de los derechos y libertades, así como el progreso de los municipios.

Molina Navarrete fue alcalde motrileño entre los años 1975 y 1979, Tras haber sido presidente de la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos, fue nombrado como primer edil en octubre de 1975, tras la dimisión de Juan Antonio Escribano Castilla. Si bien renunció a su cargo en octubre de 1977, volvió a ocuparlo dos semanas más tarde -tras un breve interinato del primer teniente de alcalde, José Posadas Murillo- para seguir al frente del Ayuntamiento hasta abril de 1979, cuando Enrique Cobo Fernández asumió la alcaldía. 

En su etapa como alcalde de Motril, José Molina Navarrete, tuvo una aportación importante en nuestra historia local y manifestó su preocupación por el paro obrero y propuso un cambio en la concepción del mercado laboral de la ciudad, afirmando que “la solución estaría en la industrialización derivada de la agricultura”, dando el Ayuntamiento informes de todos los productos de la comarca que eran aprovechables para la misma. Asimismo, puso en marcha destacadas políticas sociales, como la novedosa entrega de viviendas en la calle Espíritu Santo, que fueron los primeros inmuebles de protección oficial en nuestra ciudad.

Cabe recordar, que el Pleno de la Corporación municipal del Ayuntamiento de Motril, en sesión celebrada el 4 de julio de 2005, adoptó, entro otros, el acuerdo de aprobación de la propuesta del PSOE, PP, GRITO-PDD, ADMI, PA y el concejal D. Francisco Villoslada Correa, para otorgar la Medalla de Oro de la Ciudad a los alcaldes motrileños D. Juan Antonio Escribano Castilla y D. José Molina Navarrete, en base a que la Transición democrática significó un tiempo de cambios y un proceso donde los municipios jugaron un importante protagonismo para mejorar las condiciones de vida y las libertades de los ciudadanos, y que estos alcaldes fueron testigos de este tiempo y memoria de este importante cambio histórico que permitió la llegada de los derechos y libertades, así como el progreso de los municipios.
“Fue una persona que escuchó a todo el mundo, que simbolizó la unión de los motrileños a través de ese espíritu de concordia que era innato de él y lo expresaba hacia los demás todos los días en todas las acciones de la vida. Creo que es una persona digna de ser un ejemplo para todo, y desde el Ayuntamiento de Motril lamentamos muchísimo su pérdida, estamos con su familia, y por supuesto va a tener siempre el reconocimiento de todos los motrileños”, explicaba Rojas.

En enero de 2010 recibió la Medalla de Oro de la Ciudad por parte del Ayuntamiento, junto a su predecesor Juan Antonio Escribano Castilla, éste último a título póstumo. 

José Molina Navarrete estaba considerado como "una gran persona, muy querida en nuestra ciudad". Que contribuyo desde la Alcaldía durante un tiempo de cambios y un proceso donde los municipios jugaron un importante protagonismo para mejorar las condiciones de vida y las libertades de los ciudadanos. "fue una persona con una gran calidad humana, y su recuerdo siempre estará presente".

El pasado 10/05/11 falleció rodeado de su familia.
 

Escrito de Francisco Pérez García
(Cronista de Motril)

Ya sabéis, José Molina Navarrete es el nuevo alcalde de Motril. No le digo D. José, porqué se de fijo que se molestaría. La obligación del periodista es escuchar opiniones y comentarios y resumirlos en su crónica. Las opiniones coinciden. Molina Navarrete es hombre trabajador, servicial, comunicativo, simpático y muy motrileño. Un labrador, un hombre del pueblo. Ha sido designado oficialmente, pero pudiera haber sido elegido por votación popular.

Es cierto que también se dice que no es universitario y es verdad. Molina Navarrete no tuvo tiempo ni medios para seguir una carrera. Bastante tenía con ayudar a sus padres y labrar el campo desde la pubertad. Estos antecedentes me agradan porque tienen una resonancia en mi infancia que no fue ciertamente un lecho de rosas. No es universitario Molina Navarrete, repito, pero es doctor en experiencias vitales, conocimiento de las gentes, saber donde le aprieta el zapato y guiñar el ojo cuando algún gran señor sienta plaza de sacrificado por la causa. Eso de las carretas tiene algo de mito. Lo que la Naturaleza no da, Salamanca no presta. Hay tarugos con carrera que dan lástima que alternen en la sociedad, porque están a contrapelo con la lógica, y hay personas que no pasaron de la primera enseñanza que tienen unas luces naturales, intuición, sentido de las cosas y saben más que Lepe, Lepijo y su hijo. A esta segunda clase pertenece nuestro nuevo alcalde.

Además, para ser alcalde motrileño no hay que tener el premio Nóbel. Basta con conocer al pueblo y a sus gentes y tener nociones generales de política. Yo creo que Molina Navarrete, tanto años al lado de Escribano, algo habrá aprendido. El alcalde de un pueblo -lo he repetido en muchas crónicas- es como un ama de casa. Debe tener la casa a punto, ocuparse de las pequeñas-grandes menudencias de cada día. Tiene que ocuparse u ordenar a los empleados municipales que arreglen las aceras, que pongan la tapadera en el cauchil roto, que reparen la tubería del agua rota, de avisar con tiempo cuando ésta se corta, de que los recibos se cobren por trimestres y no por años; que los vecinos blanqueen las fachadas de sus casas, multar a los que ensucian las esquinas con anuncios y cartelones cascarriosos, procurar que los escombros o materiales no ocupen la vía pública, que la Casa de Socorro funcione, que las playas estén limpias cuando menos en el verano, escuchar las quejas de los vecinos, ser amable con los contribuyentes, obligar a los señores morosos a que paguen sus trampas, disminuir fiestas, recibimientos y bambollas que tanto recargan el presupuesto, procurar que el pueblo esté limpio, que el servicio de riegos funciones y no solo cuando viene un alto funcionario¡, etc. Administrar con honradez y equidad. Para lo demás, los proyectos y mejoras importantes, están los técnicos. El alcalde solo debe impedir que no nos hagan otro apero como el local que sirve para flamante y decorativa central telefónica.

Recuerdo que en un almuerzo de fraternidad que me ofrecieron los periodistas granadinos, en medio de los discursos del ritual, surgió un espontáneo, Molina Navarrete, que hizo una improvisación tan oportuna como graciosa. Los periodistas granadinos me preguntaron: ¿Quién es ese hombre?, y yo les contesté: un motrileño de solera y de salero.

Su nombramiento ha sido una sorpresa; pero Molina Navarrete puede proporcionar otras sorpresas. Oído al parche. Porque conoce a fondo a las personas de viso de la población, y porque tras su campechanía y buen humor hay una fuente de energía capaz de cortar con muchísimo respeto un abuso y de pedirle perdón al abusador.

Persona sencilla y modesta. Motrileño de cepa. Ahora hace falta que el cargo no se le suba a la cabeza.

Entrevista con DOMINGO LÓPEZ FERNÁNDEZ Cuenta 81 años, pero su aspecto físico es envidiable para su edad. José Molina Navarrete es persona sencilla, cordial, amable, cariñosa y querida por todos los motrileños. Hace ahora treinta años, concretamente en los primeros días del mes de octubre de 1975, era nombrado alcalde de Motril. Eran tiempos de cambio, de transición, de dificultades…, y para colmo de males heredaba un ayuntamiento con escasos recursos. Pepe Molina supo asumir el cargo con dignidad y tratar de hacer el bien por Motril y para Motril, aunque ello no fue un camino de rosas. Tuvo grandes problemas y no pocos inconvenientes; como diría un amante del cine, estuvo solo ante el peligro. En frente, toda una oposición que lideraban los partidos democráticos que estaban excluidos del gobierno local y que por momentos incapacitaba a la corporación para desempeñar su cometido. Los plenos se caracterizaban en aquel entonces por los disturbios y la agitación. Los representantes políticos del P.T., P.S.O.E, P.C.., pretendían adquirir el protagonismo que luego les confirió la historia y Pepe, en una decisión que le honra, se lo puso en bandeja cuando los miembros de su corporación dimitieron. Entonces tomó una determinación que causó extrañeza en los políticos del antiguo régimen. Con la autorización del Ministro de la Gobernación creó una Comisión Gestora en la que todos estuvieron representados…, todos menos uno, que «no quiso apuntalar un ayuntamiento franquista». La experiencia fue positiva y el ayuntamiento siguió vivo hasta las primeras elecciones democráticas que él supervisó como máxima autoridad local. Le hemos visitado en su casa y hemos conversado de aquellos tiempos difíciles, de su vida, de su mandato, de sus logros…; he aquí el resultado.

P. Pepe ¿como te definirías a ti mismo?

R. Pues un hombre sencillo, sin prepotencia, si alardes, que por razones de la historia me tocó acceder a la alcaldía de Motril en unos tiempos difíciles. Y allí estuve por Motril, por mi pueblo.

P. ¿Qué edad tienes?

R. Nací el 7 octubre de 1925, he cumplido, pues 81 años. Nací por casualidad en Granada porque mi padre era chofer de Alsina y tenía el servicio de Granada a Jaén. Pero mis abuelos le aconsejaron que no me inscribiera en el registro de allí, por los problemas que podían surgir en el futuro; la cosa de los antiguos, así que mi abuelo me asentó en el registro de Motril. Pasados unos días me trajeron a bautizarme a la iglesia Mayor aprovechando que mi padre pidió ese día el servicio de Alsina a Motril.

P. ¿Entonces, le tienes cariño a esa empresa de transporte público?

R. Es la empresa que más quiero en la vida. Nací siendo mi padre chofer, y he comido todo el pan en mi crianza hasta su jubilación. Es más, en uno de sus servicios a Granada le toco la lotería. Tenía un encargo para unos amigos y se trajo el gordo en el año 35, antes de la guerra. Con ese dinero compró unas tierras a las que yo me dedique por completo. Le tomé tanto cariño que he estado toda la vida en el campo. Nunca he ganado en la vida nada que no haya sido con mi trabajo del campo.

P. ¿Cómo accedes a la vida pública local?

R. En el año 1961 entré como concejal por el tercio sindical gracias a los votos del puerto, el de los labradores y el de los fabricantes. Entré con Emilio Garvayo de alcalde pero no habíamos jurado el cargo porque eran días de tramite y lo relevaron. Entonces entró de alcalde Juan Antonio Escribano; el mismo día que juro el cargo nos juró a nosotros. Entonces la corporación era renovada por mitad para evitar que el Ayuntamiento quedara paralizado por la inexperiencia de la gente que entraba. Así que nos juró el cargo y hemos estado juntos toda la vida. Antes, en el mismo año 61, también me votaron a mí como vocal de la Hermandad de Labradores y estuve de vocal varios años, pero ya después me eligieron Presidente y acabé cuando dejé la alcaldía.

P. ¿Qué logros recuerda de aquella época?

R. Ahora me viene a la memoria algo que hice y que ahora se habla mucho. En concreto del arreglo de los caminos de la vega que yo abrí. Hice una red de caminos extraordinaria estando en la Hermandad de Labradores, algo que ya nadie se acuerda. Antes las cañas se sacaban muy lejos de la propiedad y no se podía pasar por las veredas, las pocas que había, que se abrieron en los siete meses de la republica por el paro obrero. Pues eso lo hice siendo concejal. Reunía a los labradores y acordaba un precio a abonar por el terreno ocupado. Eso lo hacía una comisión que eran los encargados de gestionar los gastos y las obras necesarias, porque quería ante todo trasparencia en la gestión.

P. ¿Y cuando accedes a la alcaldía de Motril?

R. En octubre de 1975 dimite Escribano y nos cita el gobernador civil. Teníamos que asistir todos los concejales, pero yo me fui a mi labor. Los que vinieron de Granada preguntaron a cada concejal por separado a quien creían adecuado para la alcaldía. Llamaron a Pepe Arroyo, Berndardo Spa, Pepe Posadas, Pepe Viñas…, y a todos la misma pregunta ¿a quien consideras valido para la alcaldía? Y todos con una misma respuesta: «hay tantos señores en Motril, con carrera….» Y al final una requisitoria: ¿y que te parece a ti Pepe Molina? Todos dijeron «que extraordinario, honrado…, pero del campo, sin carrera.., ha hecho una buena labor en la Hermandad de Labradores». Esa misma noche me llamo Manuel Jiménez Noguera y me dijo: «Pepe, que eres el alcalde de Motril.

P. ¿Cómo te comunican oficialmente noticia?

R. Pues al otro día me llama el gobernador como si me conociera de toda la vida. Y me dice: «Pepe necesito que me hicieras el favor de subir a Granada, que tengo que hablar contigo». Yo le dije que si era de necesidad no ponía inconvenientes. Y así fue. El gobernador me dijo que tenía buenas referencias de mi persona y consideraba que debía ser el alcalde de Motril. Dentro de tres días tienes que jurar el cargo. Ese día tuve que decir unas palabras y lo hice con arreglo a mi condición: «ha llegado un momento de cambio y el Sr. Gobernador me nombra alcalde de Motril y yo lo único que le puedo ofrecer es cumplir con mi obligación dentro del orden, no tendré otras dotes especiales, pero la de honrado se la garantizo a usted que la tengo».

P. ¿No fue un camino de rosas?

R. Pues no. Estuve cuatro años. Pero entre medias la corporación presentó la dimisión, pues se nos acosaba de una manera que no podíamos funcionar. Así se lo hice saber al gobernador, pero me convenció para que acudiera allí con los miembros del equipo de gobierno. Ese día nos dio dos horas para pensarlo. La gente no quiso y nos volvimos a Motril. Esa misma tarde me llamaba nuevamente por teléfono: «sube a Granada que tengo que hablar contigo». Me dijo: «tu crees que Motril se puede dejar así, sin corporación que la gobierne». El caso es que me convenció pero puse una condición, formar una corporación con todos los grupos políticos. «Si no aceptan tengo la base para decirles que no habéis querido entrar para aprender lo que es el ayuntamiento por dentro y denunciar lo que veáis mal». Me dijo que eso no lo podía conceder, que tenía que hablar con el ministro de la Gobernación, Martín Villa. Me puso al habla con él y se lo dije personalmente. Su actitud fue de sorpresa: «eso no se me ha pasado a mí por la imaginación», pues «entonces dejo la alcaldía, me voy porque tengo que vivir en Motril y no quiero sufrir las consecuencias». Ante ello reflexionó y dijo ¿y si no aceptan? «Ministro, si no aceptan, no me voy; buscaré amigos que integren la corporación y si no los buscaré a jornal». «Si es así, adelante».

P. ¿Y como resultó el invento?

R. Pues cité a los representantes políticos y les dije que había conseguido que participaran en la corporación «porque los futuros gobernantes de Motril vais a ser vosotros y quiero que lo veáis por dentro y exijáis lo que creáis conveniente». «Pensarlo y mañana a la misma hora nos vemos aquí». Enrique Cobos aceptó, al igual que otros, pero en cambio el PSOE no, pues según decía «no quería apuntalar un ayuntamiento franquista».

P. Al margen de la alcaldía, tienes concedida la medalla al mérito agrícola.

R. Sí, fue tramitada por la Cámara Agraria Provincial por la labor que hice en Motril. Se reunieron y el pleno lo aprobó y se solicitó a Madrid.

P. ¿Qué logros destacarías bajo tu mandato?

R. Pues en mi legislatura se consiguieron los terrenos del instituto La Zafra, se empezaron las obras del hospital, también las de las Explanadas, se compraron los terrenos para el colegio del Río Ebro, que por cierto, mandé a Enrique Cobos para tratarlo con D. José Ramos Peñalver, un abogado de Granada. También se compraron terrenos en las Angustias y los Álamos con el mismo fin. Eso, entre otras cosas.

P. ¿De ellos el de más trascendencia fue el hospital?

R. Si, los terrenos se lo compramos a la Caja de Ahorros. Rondaba la idea del hospital, pero era difícil encontrar los terrenos. Nos enteramos de una explanación junto a la depuradora de aguas que era adecuada y nos pusimos al habla con el presidente de la General, D. Joaquín Bosque Maurel, un hombre muy bueno. Cuando le presente el problema de las muertes de la carretera se ablandó y lo vi emocionado. Me dijo, «todo eso pasa en Motril», en Motril no, le dije, «cuando se sale de Motril, porque no hay asistencia sanitaria en caso de accidentes, infartos, partos, los niños nacen en la carretera, en los coches». Lo hice con diplomacia. Mire usted, me dijo, «yo no soy el dueño de los terrenos, pero le prometo que en esta semana convoco la junta general y lo propongo porque creo que me está hablando con sinceridad». Así fue como se consiguió.

P. Fue algo para agradecer

R. Y tanto, fuimos a darle las gracias y a llorarle nuevamente para el tema del pago, pues no teníamos dinero. La cosa fue simbólica y nos hicieron las escrituras sin adelanto alguno para acelerar los trámites. En igual medida colaboró el notario y el registrador, pues se trataba del Ayuntamiento de Motril.

P. Y con las elecciones, ¿se termina tu mandato?

R. Si, no me presenté, pues pasé mucho en aquellos cuatro años. Además mi familia, y mi labor, las tuve un poco abandonadas. Motril tenía que tirar para adelante con las nuevas gentes que se presentaron a las elecciones.

Con ello se acababa la trayectoria política de D. José Molina Navarrete. Toda una buena gestión, con sus logros y sus positivas consecuencias y ahí están las hemerotecas para contarlo. Es la memoria de la transición, que sigue viva en su persona. Le agradecemos el tiempo que nos ha dedicado y le deseamos que siga con tan buena salud y condescendencia a esos, sus 81 años de edad.

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